jueves, 5 de agosto de 2010
Esto hacemos
No queda nada
Ana no duerme, si no estás...
¿Quién le va a contar las estrellas, hasta terminar?
¡Qué miedo da el silencio! Un ruido tan familiar...
Y una copa invité a brindar, por las cenizas.
Llegarás a la puerta que quedó medio abierta,
a doblar la apuesta...
Se da cuenta que hace frío afuera,
y no queda nada,
no queda nada.
(Rodrigo Raggi)
martes, 3 de agosto de 2010
Se necesita un poco de distracción.
Gracias a los que me han ayudado a comprender algo que parece tan simple que quizá antes, no había cuestionado: Lechu, la Colo, Hugo, Jules, Nico, Fran, Fia, la Nena (jajaja), Pau, Ori, el Pollo, Rudy, Maga y yo.
Es necesario, para mantenerse vivo, algo de distracción. Tengo la manía de desacreditar todo tipo de entretenimiento mientras más estúpido y menos interesante. Y si bien creo que son una mierda si se transforman en el eje de lo cotidiano, estoy empezando a ablandarme un poco y admito que son necesarios.
A los dos o tres que lean esto les pregunto, ¿no les pasó en alguna etapa de sus vidas que se dedicaron a plantearse todo y a cuestionarse cada paso, cada comentario, cada color, etc.? Yo sí, es más, no tengo recuerdos de no haber estado cuestionando cada cosa del día. En otro escrito incluso he recomendado la duda como intento de ruptura de la monótona realidad de mierda que nos oprime, pero me he dado cuenta que para no caer en la locura (literalmente), debemos tener un momento que nos lleve a otro nivel, más superficial, pseudoconcreto.
Y sí, la verdad, he logrado tener cuestionamientos tanto más críticos cuanto ha estado acompañado el día de una charla que en realidad no dice nada, cuanto se ha hecho presente la risa, y bueno, algo más también.
¿Será que la alegría no sólo no es opuesta al pensamiento orientado hacia acción transformadora sino que es subsidiaria de él? No nos conformemos con el entretenimiento, no debe ser una excusa, debe ser funcional a nuestra causa mayor, y obviamente más seria.
Estoy empezando a reir, y es porque reiré que lograré darme cuenta cuando llore o grite de terror.
Nacho Nz.
Es necesario, para mantenerse vivo, algo de distracción. Tengo la manía de desacreditar todo tipo de entretenimiento mientras más estúpido y menos interesante. Y si bien creo que son una mierda si se transforman en el eje de lo cotidiano, estoy empezando a ablandarme un poco y admito que son necesarios.
A los dos o tres que lean esto les pregunto, ¿no les pasó en alguna etapa de sus vidas que se dedicaron a plantearse todo y a cuestionarse cada paso, cada comentario, cada color, etc.? Yo sí, es más, no tengo recuerdos de no haber estado cuestionando cada cosa del día. En otro escrito incluso he recomendado la duda como intento de ruptura de la monótona realidad de mierda que nos oprime, pero me he dado cuenta que para no caer en la locura (literalmente), debemos tener un momento que nos lleve a otro nivel, más superficial, pseudoconcreto.
Y sí, la verdad, he logrado tener cuestionamientos tanto más críticos cuanto ha estado acompañado el día de una charla que en realidad no dice nada, cuanto se ha hecho presente la risa, y bueno, algo más también.
¿Será que la alegría no sólo no es opuesta al pensamiento orientado hacia acción transformadora sino que es subsidiaria de él? No nos conformemos con el entretenimiento, no debe ser una excusa, debe ser funcional a nuestra causa mayor, y obviamente más seria.
Estoy empezando a reir, y es porque reiré que lograré darme cuenta cuando llore o grite de terror.
Nacho Nz.
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